La estigmatización

Es un día normal, te levantas, te aseas, te vistes, revisas que llevas la placa y la pistola y vas a Comisaría para hacer el relevo. Llevas unos días durmiendo mal por algunos problemillas sin importancia, pero no te preocupan porque eres una persona acostumbrada a aguantar tensiones.

Haces el relevo sin incidencias y sales con tu compañero en el Zeta para realizar tu servicio por la zona asignada. La sala te comisiona para un aviso de alarma en unos grandes almacenes de la ciudad en principio no le das importancia, salvo cuando te dan color, modelo y matrícula de un coche sospechoso confirmado por varios testigos. En ese momento tu cuerpo se tensiona más de lo que ya estabas y se prepara para intervenir, llegando al sitio lo más rápido posible sin tener un accidente y planificando lo que harás cuando estés en el lugar en función de lo que te encuentres.

Pero de pronto sientes unas fuertes palpitaciones, como si el corazón se te saliera por la boca, comienzas a sudar, te mareas y todo se ve borroso. Tú compañero se da cuenta y te ayuda a detener el coche a un lado, crees que te está dando un ataque al corazón, te ponen en el lugar del copiloto y te llevan al servicio de urgencias del hospital más cercano.

Tras varias horas de pruebas médicas  no encuentran nada anormal, finalmente el diagnóstico es «Ataque de Pánico»  te derivan a Salud Mental, y te dan cita para el Psiquiatra.

Ahora todas las preocupaciones van en el sentido de ocultar ese diagnóstico, no quieres que nadie sepa lo que te ha pasado, así que mientes y dices que fue una subida de tensión y faltas a la cita con el Psiquiatra. Piensas que si asistes al médico te darán de baja automáticamente y te quitarán la pistola o, como mínimo, te mandarán a un puesto de trabajo de carácter administrativo.

Escondes la cabeza como un avestruz, pero esos problemillas que tenías siguen ahí, y tu cuerpo ha dado una señal de alarma.

¿No crees que deberías escuchar y atender lo que te está diciendo tu cuerpo?

Este es un caso ficticio, aunque podía ser el de cualquiera, el miedo al señalamiento a la estigmatización por un trastorno mental existe, y por eso se oculta, pero no pensamos en una cuestión muy importante, en estas situaciones esconder el problema no lo elimina, sino que lo agrava.

Hay un gran porcentaje de trastornos mentales que son temporales, que no se cronifican, y que por lo tanto son reversibles. Pero en este país solemos catalogar a quien los padece de «loco», o que simplemente «le falta un tornillo».  Como dije en otro artículo, nuestro cerebro está hecho de materia, y esa materia tiene un nivel de estrés determinado que a veces se quiebra y toca recomponerlo. Para eso estamos los psicólogos, pero también los compañeros de trabajo y/o amigos, la familia y en general toda la sociedad.

Tenemos que entender que nadie está exento de padecer un día un trastorno mental o un proceso de duelo o  pérdida, pero más importante es conocer los medios que tenemos para afrontarlos que, gracias a Dios, son bastantes. Y que ahora, con el Proyecto Ángeles Custodios, se están viendo acrecentados.

Así que si tienes algún problema que afecta a tu bienestar psicológico o conoces un compañero que lo tenga, no dudes en contactar con nosotros.

 

Deja un comentario